La lipodistrofia se asocia a enfermedades como el virus de la
inmunodeficiencia humana (VIH) aunque a veces se produce de forma natural. A
pesar de que todavía se desconoce cómo se puede prevenir, empiezan a
conocerse factores que predisponen a sufrirla y que, en parte, ayudan a
predecir si una persona tiene más probabilidades de desarrollarla que otra.
Además, a menudo, también se traduce en niveles altos de grasa en sangre
(triglicéridos y el colesterol) o bien en niveles altos de glucosa en
sangre. No obstante, en los últimos años han aparecido avances que permiten
contrarrestar esta alteración en el reparto de la grasa del cuerpo.
Origen y causa de la lipodistrofia
La lipodistrofia, de "lipo" (grasa) y "distrofia" (cambio anormal), se
define como cambios anormales en la distribución de la grasa corporal.
Algunos de estos cambios -que pueden sufrir las personas infectadas por el
virus de la inmunodeficiencia humana (VIH)- son la
lipohipertrofia, es
decir, una acumulación excesiva de grasa en ciertas partes del cuerpo, y la
lipoatrofia, una pérdida de grasa en otras zonas corporales. La
lipohipertrofia se localiza en el abdomen, los senos y la zona dorsocervical,
de modo que la grasa se acumula en la parte posterior del cuello y en los
hombros y da la sensación de que la persona afectada tiene una pequeña
joroba, a la que en inglés se ha denominado "joroba o giba de búfalo". En
cambio, la pérdida de grasa se suele presentar en los brazos, piernas,
nalgas o en la cara, lo que se conoce como lipoatrofia facial.
Agentes causales
Pero, ¿qué causa la lipodistrofia en las personas portadoras del VIH? "Sobre
todo, ciertos medicamentos antirretrovirales necesarios para tratar la
infección, como los inhibidores de la transcriptasa inversa análogos a
nucleósidos (ITIANs): estavudina (d4T), lamivudina (3Tc) y zidovudina (AZT).
También se asocia a los inhibidores de las proteasas (IPs)".
Los afectados.
Numerosos estudios científicos han analizado cuál es la prevalencia
(proporción de personas afectadas de la población) en grupos concretos de
pacientes portadores del VIH, y todos coinciden en que es muy variable,
debido a las diferencias que hay en los criterios diagnósticos. Por ejemplo,
en un estudio en la "Revista de Investigación Clínica", de 2004, de
"Epidemiología de las anormalidades en pacientes con infección por VIH", se
observó una incidencia -número de casos nuevos de lipodistrofia- del 42% en
los pacientes VIH positivos que se trataban con inhibidores de las proteasas
(IPs). Y también se vio que el riesgo de padecer lipodistrofia es
proporcional a la duración del tratamiento: éste aumenta un 45% por cada
seis meses de tratamiento.
En cuanto a la proporción de hombres y mujeres afectados por la
lipodistrofia, se ha detectado que es mucho más común en las féminas. Sin
embargo, en el caso de la lipodistrofia asociada al VIH, los estudios han
dado resultados contradictorios: algunos indican que las mujeres pueden
experimentar la lipodistrofia con una frecuencia ligeramente mayor, mientras
que otros no muestran ninguna diferencia en cuanto al sexo.
"Mientras persiste esta controversia lo que parece estar claro es que
mujeres y varones pueden experimentar la lipodistrofia de forma diferente.
Así, las mujeres con cambios corporales pueden ser más propensas a
experimentar un aumento del tamaño de los senos y ganar más peso total que
los hombres". Por otro lado, los hombres con cambios en la forma corporal
pueden manifestar con mayor frecuencia desgaste en el rostro y las
extremidades. Y también son más proclives a presentar cambios anormales en
los niveles de colesterol y triglicéridos.
Los niños con
VIH tampoco están exentos de padecer lipodistrofia. Se sabe
que los efectos adversos más frecuentes en los pequeños seropositivos que
reciben tratamiento antirretroviral son, precisamente, las alteraciones
metabólicas y la lipodistrofia, según han demostrado diversos artículos,
como el del equipo de C. Wedekind publicado en "Pharmacotherapy" (2001), y
el del grupo liderado por EG. Leonard sobre las complicaciones metabólicas
del tratamiento antirretroviral, publicado en "Pediatrics Infectious Disease
Journal? (2003).
Tratamientos para la lipodistrofia
El aspecto de las personas con lipodistrofia se puede mejorar cambiando la
terapia antirretroviral o suspendiéndola, siempre con una planificación y
control médicos. Un ejemplo de este tipo es la sustitución de la zidovudina
(AZT) -si es que su administración se asocia a lipodistrofia- por abacavir
(ABC), para intentar frenar su progresión. En el caso de lipohipertrofia, la
acumulación excesiva de grasa, existen dos tratamientos posibles. Uno de
ellos es la liposucción, una cirugía en la que se extrae la grasa con una
tecnología que funciona a modo de aspiradora.
Algunas personas con "joroba de búfalo" se han sometido a esta técnica para
eliminarla y, de igual modo, algunos hombres y mujeres con un agrandamiento
de senos han recurrido a la cirugía para reducirlos. Esta técnica presenta
distintos grados de éxito, ya que ha habido casos en que la acumulación de
grasa en la zona dorsocervical se ha reproducido. Otra posibilidad para
eliminarla es recurrir al tratamiento de la hormona de crecimiento humano (HGH,
en sus siglas inglesas). Referentes a esta opción terapéutica, "algunos
informes de un médico de Nueva York aseguran que el tratamiento con HGH
reduce la joroba y la obesidad central", aunque faltan otros estudios que
confirmen estos resultados.
Eliminar la lipoatrofia facial
"En la
lipoatrofia facial, el tratamiento quirúrgico con grasa del propio
paciente está dando buenos resultados"
En cuanto a la lipoatrofia facial, o pérdida acusada de grasa en el rostro,
existen dos opciones terapéuticas posibles. La Comunidad Autónoma de Madrid
ofrece dos tratamientos quirúrgicos: uno con material sintético, cuando los
pacientes no disponen de tejido adiposo suficiente, y otro con grasa
antóloga (del propio paciente), que permite realizar un tratamiento más
conservador con los pacientes que no se hallan en una situación tan extrema.
Los implantes sintéticos deben ser no carcinogénicos,
no teratogénicos, no
migratorios y de características similares al tejido implantado. Y, pese a
todas estas precauciones, pueden dar complicaciones como úlceras, si el
tejido expulsa el cuerpo extraño, o infecciones. En cambio, los rellenos de
tejido adiposo, en general, tienen menos inconvenientes. En este caso, se
inyecta tejido graso con una cánula lo menos invasiva posible.
Incógnitas e investigación
El momento de la aparición de la lipodistrofia en las personas que la
padecen es variable. De hecho, no se ha llegado a ninguna conclusión sobre
ello, probablemente porque "cada persona tiene factores genéticos distintos
que la hacen responder de forma distinta al tratamiento
antirretroviral,
recibe una combinación de antirretrovirales distinta, tiene una edad
distinta y un tiempo de tratamiento distinto", afirma Constanza Morén.
Esto significa que puede haber personas que tarden años en desarrollar la
lipodistrofia, aunque también se ha dado algún caso que ha presentado los
primeros síntomas de lipoatrofia facial después de estar un año de
exposición a tratamiento con zidovudina (AZT), aclara esta investigadora.
Hoy por hoy, se desconoce cómo se puede prevenir la lipodistrofia, aunque
empiezan a conocerse factores que predisponen a ella y que, en parte, ayudan
a predecir si una persona tiene más cifras de desarrollarla que otra. Así,
cuanto más tiempo se esté en tratamiento y si se recibe un régimen
terapéutico que contenga IPs o ITIANs, mayor será el riesgo. De la misma
manera, las personas de mayor edad al comenzar el tratamiento tienen más
riesgo de desarrollar lipodistrofia en comparación con otras que son más
jóvenes al iniciarlo.
Por este motivo, son muchos los aspectos que se investigan sobre la
lipodistrofia: prevalencia, factores genéticos que pueden aumentar o
disminuir el riesgo de padecerla, posibles cambios en el tratamiento, qué
efecto tendría reducir las dosis de los fármacos o realizar sustituciones de
fármacos más o menos agresivos, así como determinar qué parte de
responsabilidad tienen en su aparición el tratamiento antirretroviral, por
un lado, y el propio VIH, por otro.
Sobre este último punto, este año 2008 se ha publicado un trabajo en "Antirretroviral
Therapy" del equipo de investigadores coordinados por GA. McComsey, donde se
ha llegado a la conclusión de que las alteraciones del ARN y el ADN
mitocondrial que se observan en la lipoatrofia por VIH están relacionadas
con la terapia antirretroviral y no con la infección por VIH. No obstante,
esta línea de investigación sigue abierta.
Fuente
Compartir este articulo : | | | | |
|